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La aparición de plataformas digitales de contratación facilitan unas formas de prestación de servicios que si no constituían ya un uso social generalizado era por la dificultad de acceder a las escalas económicas y a las métricas de negocio necesarias. La tecnología digital ha superado con éxito esta limitación, por lo que se abre ante nosotros un nuevo entorno tecno-legal que combina amenazas y oportunidades.

Amenazas

Frente al alarmismo instalado en algún colectivo profesional, una intervención administrativa adecuada podría reducir los efectos de una apertura limitada del mercado a poco más que un mero proceso de adaptación a realizar por básicamente un único colectivo profesional que teme perder los privilegios de un sector fuertemente regulado por la administración.

Por el contrario, convertir este temor anticipatorio e irracional, guiado por intereses puramente corporativos, en una política hostil y de oposición frontal e inmovilista hacia nuevas formas disruptivas sí puede, a su vez, generar amenazas graves para:

1. El interés general, entendido como criterio basado en el mayor beneficio cuantificable para un mayor número de beneficiarios.
2. En el caso concreto del transporte de viajeros, el perjuicio directo recaería sobre el consumidor, en este caso usuario del transporte, por cuanto no tendrían acceso a formas de transporte y de contratación que, existiendo, le resultan más ventajosas.
3. Otros perjuicios indirectos sobre la sociedad, el medio ambiente, la salud, etc.

Existen otros criterios de ponderación, en los que no nos extenderemos aquí, que alcanzan a beneficios cuantificables que afectan al conjunto de la población en términos de emisiones de CO2, movilidad, eficiencia y ahorro energético, salud, etc.

Los operadores.

Será el propio sector profesional del transporte de viajeros quien sufra las principales consecuencias negativas de carecer de una regulación que integre ordenadamente las nuevas formas de prestar el servicio de transporte de viajeros, como la que Uber representa.

El nombre del riesgo al que está sometido el sector no se llama “Uber”, si no que se llama “uberización” y lo que determinará que se evite no está en una administración que eluda su responsabilidad o que se oponga frontalmente a tendencias que han llegado para quedarse.

Oportunidades

Al respecto de las oportunidades, me limitaré a pedir al lector que realice el esfuerzo de aplicar en sentido contrario lo que se ha presentado como amenaza para el interés general, los consumidores, la sociedad, el medio ambiente, la salud, … y el mismo sector profesional afectado.

Permítanme que añada una observación destinada al colectivo que hoy más resistencia opone a la integración de Uber y de otras plataformas similares. Desde mi punto de vista, una regulación acertada podría reforzar el bien ganado prestigio de un sector del taxi que, además de categoría profesional, ya es marca consolidada. De alguna forma, pasaría de ser la “low cost” del transporte de viajeros a la VIP del “low cost” si bien, en lo que a tarifas se refiere, no se constatan grandes diferencias entre los diferentes segmentos.

A lo que me refiero es a que a menudo nos dejamos llevar por el pánico a cambios que en realidad ofrecen una oportunidad para el beneficio de usuarios y de operadores, los legales tradicionales y los legítimos aspirantes.

Conclusión. Desafío

Supone también un desafío, por cuanto de la calidad de las decisiones que se adopten dependerá entrar, bien en una espiral virtuosa de progreso y de nuevas oportunidades, bien en un escenario hacia la decadencia socio-laboral y, con ella, económica. El desenlace dependerá de nuestra capacidad como sociedad de habilitar fórmulas ecuánimes y soluciones responsables.